lunes, 15 de septiembre de 2008

¡AL ESTADIO, AL ESTADIO!

Esto fue publicado en The Clinic durante el primer semestre de 2004. Si bien por esos días a los estadios santiaguinos no les habían echado una manito de gato como ahora, el campeonato nacional estaba igual de penca que el actual


Como los partidos del campeonato nacional están tan malos, lo único que me lleva a seguir pagando la entrada y cuadrándome el traste en el tablón son los sánguches que me despacho en los entretiempos. Si no fuera por estos, lo más probable es que me la pasaría en el bar de la esquina de mi casa tomándome un Manquehuito y escuchando el fútbol por la radio. Pero parece que las tripas son más fuertes y que me llevan a hacer este sacrificio de tarde en tarde.

Cuando mi equipo juega en el Nacional, los jugos gástricos me empiezan a funcionar desde el minuto uno del partido. Pero apenas el árbitro manda a los jugadores a descansar, comienza la verdadera acción para mí. En quince minutos tengo que bajar las largas escaleras desde la galería, hacerme una pasadita rápida por el baño y llegar al mesón para pedir lo que siempre como en el Nacional: mechada -cortada bien gruesa, jugosa y cargada al ajo- con palta y servida en marraqueta. Llegar a esto no es fácil, muchas veces hay que ganar a codazos un puesto para poder ordenar en el mesón. Una vez que tengo el sánguche en la mano, el desafío sigue. Con la parte superior de la marraqueta levemente levantada -el buen dominio del pulgar ayuda en esta situación- hay que pasar a condimentar el bocado con todos los aderezos que se ofrecen. Mayonesa, salsa verde, pebre y ají verde; más la abundante sal a gusto del cliente. Completada esta faena, cancelo y me aparto a un lugar tranquilo para engullir todo. Este detalle no es menor en el Nacional, ya que últimamente anda mucho barrista bolsero tratando de robar alguna mascada.

En el Santa Laura la cosa es más relajada. Ahí bajo con calma y prácticamente me instalo en uno de los largos mesones del codo sur. Si se llega hasta este lugar no hay que dejar de probar el pernil palta, servido en esas hallullas bien grandes y que quedan medias cruditas por el medio. El pernil está cortado muy fino y tiene un apetitoso tono rosadito, el que contrasta con los ricos cueritos de los bordes. Aunque la oferta de agregados es igual a la del Nacional, yo solo agrego un poco de ají y salsa verde. Como este estadio es más pequeño, muchas veces me voy de doblete con los sánguches, como añorando los tiempos de las reuniones dobles y triples; en que la ingesta de perniles palta era una cosa de locos. Sin embargo, a diferencia de antaño, no hay pilsener para hacer bajar todo. ¡Mala cosa!. Aunque en el mercado negro de los estadios... de repente salpica algo.

1 comentario:

Nicolás dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.